lunes, 6 de marzo de 2023

Las mamás sin hijos y la norma técnica


Eran las 11 de la mañana del domingo 6 de marzo del 2022. Cumplía ese día 2 semanas de tener un sangrado leve, una pesadez en el útero y una certeza de que algo estaba creciendo en mi cuerpo. Salí del laboratorio y me topé una edición única de un libro de Isabel Allende, mi favorito, llamado Paula. Y así supe qué nombre le iba a dar a esa bebé cuando llegara al mundo... si llegaba. 

 Cuando recibí el positivo me cambió la vida. Empecé a planear mi mundo con una bebé que me ponía ilusiones donde jamás creí tenerlas, que me ponía los planes de cabeza... pero mi instinto me obligó a levantarme, no decirle nada a mis papás que pidieron nietos desde el primer matrimonio de mi hermana e irme a confirmar al hospital el miedo más grande que he tenido en la vida. 

6 horas después del positivo, de elegir el nombre, de visualizar el cuarto y el primer día de clases... me contaron que mi bebé se había muerto. Yo lo sabía desde que dije "vamos al hospital porque creo que algo no anda muy bien". Yo quise hijos por muchos años hasta que el miedo a perderlos empezó a paralizarme y un montón de factores apoyaron la decisión de no tenerlos. 

Después de todo, no se puede perder lo que no se tiene... ¿cierto? Pues ahí estaba yo, aliviada por el riesgo que en mi cuerpo representaba un embarazo, en shock por la cantidad de sentimientos que el dolor me estaba causando y confirmando que de ahí en adelante iba a tener una hija en el cielo. 3 días después soñe con ella, con sus colochos libres y sus ojos grandes... Y un día en un mirador en Colombia, Dios nos regaló un momento para encontrarnos (que lo describe perfecto Puente de Gustavo Ceratti)

Quisiera decir que encontré empatía en el doctor que nos atendió, pero ese no fue mi caso. El doctor se sintió indignado de que mi reacción inmediata ante la muerte de mi bebé no fuera llorar. Y decidió no explicarme qué estaba pasando ni qué iba a pasar con mi cuerpo días después. Decidió decirme, sin tacto alguno, que el sangrado era el embarazo desprendiéndose y "que el resto se iba a salir" cuando me bajara la menstruación. 

 Yo no les puedo explicar lo que lloré cada uno de esos días mientras veía ese sangrado y entendía que ahí estaba mi única oportunidad de ser mamá. Que ahí estaban las graduaciones, las acitividades del kinder, el primer "mamá". Una muchacha que nos hace masajes fue la que me explicó que lo que tuve después de esa menstruación fue una cuarentena, porque tu cuerpo entiende que acaba de pasarte un embarazo y estás ahí... pasando el post embarazo sin un bebé en tus brazos. Esto que me lo podría haber dicho el especialista en fertilidad que tomó 3 horas para llegar al hospital lo tuve que escuchar en la calle porque a el no le pareció importante.

 Estando en un viaje con mis amigas fuimos a una tienda de ropa de niños y tuve que salirme porque sentía que el aire me faltaba y no era el aire sino mi hija a la que nunca iba a poder vestir. El duelo es complicado y no tiene nada de lineal. 

Es doloroso que alguien tenga que pasar por lo que yo pasé para entender lo profundo que puede dolerle a las mujeres que pierden hijos que las pongan en el mismo sector del hospital donde hay cientos de mamás y papás celebrando nacimientos. Que hay mamás a las que obligan a tener una labor de parto por un@ hij@ inerte que nada más deciden no sacar a través de una cesárea. 

Yo no vi mi estómago creciendo y tampoco tuve ultrasonidos donde la viera, pero el dolor de perder un hijo es el mismo para todas. "Lo raro de un embarazo más bien es que pegue", me dijo el técnico del ultrasonido mientras me mostraba que "ya no había nada", al tiempo que yo sentía un dolor que solo puedo describir como el corazón quebrándose. 

Y eso que mi proceso lo viví en el Hospital La Católica, donde estaba pagando para que "me trataran bien". La falta de empatía se ve igual en todo lado. Las mujeres que perdemos hijos también somos mamás y merecemos. Negar una norma técnica en un país es obligar a una mujer a ver hijos morir, a ver hijos nacer sin mamá o bien morir los dos en el intento de concretar ese embarazo. El decreto presidencial que pone en riesgo este tipo de aborto pone en riesgo la vida de las mujeres, a las mamás que entramos con un positivo al hospital y salimos sin hijos y la posibilidad de las parejas de salir adelante después de ese duelo. 

Qué dichoso, Don Rodrigo, que usted nunca va a saber lo que mi dolor significa. No priorizar la salud de la madre como una razón para que el aborto suceda es negar la poca dignidad que se siente al perder un hijo, que de todas formas no sobra en nuestro sistema de salud. 

 Pero aquí vine yo a hablarle de lo que nadie habla porque, para usted, es cumplir con una agenda y quedarle bien a sus votantes pero para nosotras significa la vida y años de terapia que su Gobierno tampoco cree que valga la pena pagar. 

Como país es importante que nos metamos en estas conversaciones, que entendamos que hay muchas mamás como la que hoy les escribe y que la salud reproductiva de una mujer no debería estar en la pluma de un Presidente de ninguna República y, mucho menos, en la agenda conservadora que impone alguna iglesia... o varias.

Paula, mi amor, que tu corta vida siga sirviendo para visibilizar lo incómodo, para quitar vendas y miedos. Gracias por venir, angelito perfecto, gracias por venir a quitarme los miedos.Yo no he parado de agradecerle a Paulita haberme escogido para ser su mamá durante ese mes y sé que como yo hay muchas mujeres que aprendimos de esta experiencia. Perderla a ella me obliga a escribir hoy esto para decir que la norma técnica es necesaria y la empatía también.

3 comentarios:

  1. Wow..... Como siempre gabyta no lo puedes decir mejor

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  2. Hola Gaby. Tengo un Juan y una María José en el cielo. Una nació el otro no. El 80% de las mujeres en edad reproductiva podemos sufrir una pérdida o más. Dios nos manda pruebas, ninguna es igual. Todas tenemos nuestros valores y prioridades. Pero ninguna de las mías es acabar con la vida de otro. Un abrazo a la distancia. 🤗

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  3. Gatita menor, otra vez lloré con tu historia, y sin duda quien no ha vivido no debería tener derecho a opinar
    Un abrazote, Kelo 😃

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