lunes, 14 de julio de 2014

La niñez robada: Un día para olvidar

Hoy me senté con el café usual a leer el periódico, digital, de las mañanas. Sólo me faltó llegar a la sección de sucesos para que mi ánimo decayera instantáneamente: "Familiar de la niña desaparecida es detenido por abuso sexual"-"Colegiala de EEUU fue violada por siete hombres en San Carlos".

Hace no mucho vi un capítulo de una serie llamada Private Practice. En general la serie nunca era muy buena, pero en un capítulo en especial uno de los psiquiatras tenía una cita urgente con un paciente que quería suicidarse. 

El paciente empezaba contándole al psiquiatra como iba a ver a la mujer que le gustaba. Le describía su pelo dorado, sus piernas alineadamente perfectas, le contaba cómo el la deseaba, como se escondía en la calle para verla... El psiquiatra le externa como no tiene nada de malo la timidez de no poder hablarle a una mujer. El paciente le confiesa entonces porqué se quiere suicidar. La "mujer" es la hija de su mejor amigo y tiene 9 años. El la iba a ver al portón de la escuela. 

El abuso sexual en Costa Rica es una realidad diaria. No hablo de que le griten "rica" o "venga pa quererla" pasando por la calle. Hablo de familiares abusando de niñas de menos de 18 años. Hablo de mujeres que vuelven de sus trabajos, universidades, fiestas, salidas y se topan con un depredador sexual que considera apropiado meterla en un "charral" y arrancar de ella su privacidad, su capacidad de decidir, que le abran las piernas a la fuerza, que la besen, que le dejen el imborrable recuerdo de una cachetada para callarla. O peor. 

Entre el 2008 y el 2010 Costa Rica tuvo un reprochable número de 2.781 denuncias en el OIJ por casos de violación. En cuanto a la cifra de niños que sufren abuso sexual, aumentó de 90 denuncias en el año 2000 a 2.606 en el año 2012.

De acuerdo con el Área de Estadísticas en Salud de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) entre 2010 y hasta setiembre del 2013 el Hospital Nacional de Niños atendió un promedio anual de 19 menores víctimas por este delito, de los cuales el 80% fueron niñas. No sólo los atendió, la mayoría de ellos tuvieron que ser internados por lesiones físicas y psicológicas. Ojo, en esta institución sólo admiten niños menores de 13 años. TRECE.

Estas personas están enfermas y deben ser tratados de esta manera. Me comentaba un amigo que en Estados Unidos los ofensores sexuales deben registrarse luego de una falta y hacerle saber a sus vecinos de su condición. Costa Rica NECESITA estas prácticas. Porqué? Porque si yo se que tengo una niña de 6 años y un violador, no lo invito a mi casa a que vaya todos los días y mucho menos descuido a mi hija en un momento de agitación estando en su presencia. 

Pienso en ella, pienso en Yerlin. En su carita inocente de 6 años, en los pantalones de pijamita con los que salió de su casa. En la blusa blanca con tintes rosados. Pienso que ni siquiera tenía zapatos. Costa Rica está triste hoy. Está triste porque mientras buscamos a una posible militante de los jardines de niños costarricenses en las morgues, en los ríos, en los hospitales, en los matorrales; en San Carlos 7 hombres se reúnen para lesionar el honor de una extranjera. 

El turismo no me importa, me importa ella. Me importa lo acostumbrada que debe estar a caminar afuera de su casa a cualquier hora. Me importa que creyera que, en Costa Rica, las mujeres podemos hacer lo mismo. Me importa que no podamos. No me imagino lo que ha de significar ser atacada por 7 hombres al mismo tiempo. Pienso en las risas de los hombres en círculo tocándola, como en una película de esas en las que al llegar esa escena volvemos la cara. La niña tuvo en una madrugada más parejas sexuales que las que la mayoría de las mujeres tenemos en toda una vida.

Me niego a creer que hemos llegado al punto de tener que advertir a los extranjeros en migración de que corren el riesgo de que los mapaches les roben su almuerzo en Manuel Antonio y el de ser violados en cualquier rincón del país. Y lo lamentable es que deberíamos. 

Es necesaria una reforma a nivel jurídica en el tratamiento de un conocido lesionador de los derechos sexuales de niñas, jóvenes, hombres, mujeres, perros. Lo que sea! No señores, esta no es la Costa Rica en la que se bajaban del caballo a abusar de cualquier india porque su cuerpo se excitó al verle los pechos. Las costarricenses necesitamos armas, necesitamos conocer sus caras, sus residencias. Necesitamos saber quiénes son. Necesitamos, también, que el sistema de denuncias se agilice. Es urgente una educación sexual a los padres para que aprendan a cuidar a sus princesitas de los lobos sexuales que, parece, cada día aumentan en nuestro país. 

Hoy yo salgo de mi trabajo, me voy a dormir a mi casa y nadie me va tapar la boca en mi cama para tocarme y abusar de mi. Hay muchas niñas que si. Protejámoslas, busquemos una salida. Se necesitan manos, tiempo? Yo los ofrezco, yo lo doy. Pero, por favor Costa Rica, no más amaneceres tan tristes y desesperanzadores como el de hoy. 

Fuente estadística: http://www.crhoy.com/crecen-denuncias-por-abuso-sexual-en-menores/