martes, 8 de noviembre de 2022

Del otro lado del miedo

Desde pequeña aprendí a ser buena. A portarme bien, a ser “dama”. A no “poner tristes” a los demás negándoles un beso, un abrazo, una sonrisa. Aprendí que es más fácil que los hombres dejen de acosar con una sonrisa que con una confrontación y que, si le hacía caso al miedo, siempre me iba a ir mejor.

Siempre me pregunté qué había del otro lado. Allá donde estaban las fiestas a las que no fui, los muchachos a los que no les “di pelota” para cuidar mi reputación y ser elegida como “la oficial” que era la única posición de respeto. Allá donde vivía todo el fútbol que no jugué y las ganas de comerme al mundo en un bocado, a quienes siempre consideré grandes enemigas.

Allá donde vivían los outfits que quería ponerme, la aventura de vivir sola, viajar y conocer el mundo. Pero siempre me quedé en la acera, alentando a todos aquellos que conocí que si decidieron cruzarla. Y un día de tantos, cansada de sentirme insatisfecha… la crucé yo.

Del otro lado del miedo viven muchas lágrimas, de esas que limpian el alma y calman cualquier dolor. Vivía mi seguridad y mi autoestima, vivían mis límites sanos y la cantidad de amor que necesitaba para ponerlos.

Vivía mi espíritu aventurero, la que amaba una buena fiesta y un cafecito hablando paja hasta que amanezca. Aquí, de este lado, vivía mi empoderamiento y mi confianza de poder lograrlo sola, así como la vulnerabilidad de dejarme ayudar y –por fin- tener una tribu a la que llamar mía.

Aquí, en este barrio que no juzga, puedo ser finalmente quien me da la gana. Nadie me evalúa con una lista de requerimientos, puedo explorar aspectos de mi que antes callaba y otros que simplemente ignoraba. Del otro lado del miedo vivía yo… y a esa sombra de mí que vivió en mi cuerpo tantos años solo me queda decirle gracias, pero tu tiempo ya pasó. 

Porque elegí vivir desde el amor, no desde el miedo, no desde temer perder. Elijo experimentar lo que me negué, vivir lo que me toca, soltar lo que no me conviene... y volver a empezar. Siempre volver a empezar. 

Elijo vivir siendo yo, aunque aún no esté segura de quién soy. Yo sin etiquetas, yo sin tratar de "ser la buena" sino guiándome por la intuición de hacer el bien. Yo sin seguir haciendo lo que "se supone" y empezando a intencionar lo que quiero, a manifestar mis deseos y convertir mis sueños en metas. 

Elijo vivir creyendo en un Dios que es radicalmente amoroso, que no juzga y que no se identifica con la religiosidad ni la imagen que han creado de Él para controlarnos. Elijo dejar de juzgar, dejar de controlar... elijo sentir y fluir. Dejar del drama de lado... dejar a Disney en películas y no en la realidad de mi vida. 

 Me elijo yo de este lado, me elijo libre... me elijo sin miedo. 

 

Fuente: www.secretolivo.com